Desde hace un tiempo se está escuchando hablar sobre el concepto de huerto circular como una estrategia de adaptación frente al cambio climático y una novedosa forma de tratar los cultivos y fomentar el trabajo colaborativo en determinadas comunidades. Muchas zonas del planeta, en especial determinadas áreas rurales de Sudamérica, están empezando a implementar estos huertos circulares con éxito. Los beneficios, al parecer, alcanzar el plano productivo, pero también el social.
Este método de trabajo agrícola surge en parte desde la adopción de políticas respetuosas con el medio ambiente, así como de la necesidad subyacente en determinadas comunidades de abrazar técnicas agrícolas económicas, eficaces y adaptables a sus necesidades concretas.
¿En qué consiste y cómo se crea un huerto circular?
Los huertos circulares son pequeñas explotaciones ordenadas en torno a un sistema de círculos concéntricos divididos entre unos que actúan como espacios para el cultivo y otros que articulan pasillos o surcos. Se trata de un sistema que permite economizar el espacio y contribuir al buen estado de sus condiciones edafológicas.
El primer paso para crear un huerto circular es marcar su punto central y, desde él, trazar una primera circunferencia de unos 90 centímetros de radio. A continuación, y manteniendo siempre el epicentro como referencia, se traza una nueva circunferencia de unos 60 centímetros desde el borde exterior de la primera. A esta segunda circunferencia se le añadirá otra de unos 130 centímetros y, a partir de aquí, se repetirá este patrón de 60 – 130 tantas veces como sea necesario. Por supuesto, estas medidas son orientativas y deberían estar siempre supeditadas al espacio disponible.
Una vez trazada la última sección, pueden realizarse surcos que atraviesen la estructura de manera radial y se dirijan al centro. La apariencia final del huerto circular sería similar a la de la siguiente imagen.
Según las medidas planteadas, las circunferencias de 60 centímetros corresponderían a caminos o surcos que permiten acceder hasta los caballones, que serán las áreas de 130 centímetros y la zona central. De esta manera, conviene cavar los caminos y, con la tierra sobrante, reforzar la estructura de las zonas de cultivo. Al borde de los caminos pueden cavarse pequeños canales que recojan el exceso hídrico de las lluvias o el riego.
Tras abonar, regar y sembrar los caballones, una práctica muy habitual en estos huertos circulares es acolcharlos con mantillo, hojarasca u otro tipo de materia orgánica similar que proteja a las plantas en su fase inicial de crecimiento y ayude a mejorar la estructura del suelo.
Beneficios del huerto circular
De acuerdo a muchos defensores de este tipo de cultivos, su aplicación responde en parte a la adaptación de saberes agrícolas tradicionales largamente asentados en muchas áreas rurales. Los surcos que rodean los caballones permiten una mayor aireación de estos. Al mismo tiempo, el suelo de las zonas de cultivo se mantiene poco compactado y en óptimas condiciones de uso. La estructura circular, además, permite una mayor economía del espacio.
El huerto circular comienza también a revindicar su posición como alternativa sostenible en muchas áreas urbanas. Al margen de su evidente impacto visual, dicen sus partidarios que mediante ellos se fomenta el trabajo colaborativo de la comunidad. Pero a grandes rasgos esta afirmación también podría aplicarse a cualquier otro tipo de plantación urbana comunitaria.
Pese a que tal vez las ventajas de su aplicación no sean muy superiores a la de otras estructuras similares, la extensión del huerto circular como sistema productivo es más que evidente en muchas zonas rurales y en algunas áreas urbanas.